La historia de la fotografía tiene sin duda un lugar de privilegio para Nikon. Nikon nació en el año 1917 con un nombre bastante más largo: Nippon Kōgaku Kogyo Kabushikigaisha, fruto de la fusión de dos empresas líderes en el sector de la óptica que decidieron tener una compañía especializada en la construcción de lentes para cámaras, prismáticos, microscopios y cualquier otro instrumento óptico.
Tras trabajar a destajo durante los años de la II Guerra Mundial para proveer al Ejército japonés de material, no fue hasta 1946 cuando la empresa japonesa adoptó el Nikon para designar su marca, un juego de palabras en la que Nippon Kōgaku significa óptica japonesa y la palabra Ikon, una referencia a la Zeiss.
Y en este tránsito, hasta el día de hoy, de la historia de las cámaras fotográficas, de la fotografía reflex profesional, de las réflex como producto de masas y al alcance de todo el mundo, nada se entiende sin Nikon. Porque la marca nipona es la culpable de haber dejado para la historia modelos de cámara y objetivos que ya son abiertamente un mito. Modelos como la Nikon 1, su primera cámara (1948), la Nikon Fisheye (1960) o la familia de las FM, que convirtió en mito un camarón como la FM2. Entre 1948 y el 2005 Nikon estuvo siempre a la vanguardia en las cámaras réflex y compactas de película, sacando año a año nuevos modelos, invirtiendo en innovación y con una calidad excepcional, y siempre en férrea competencia con Canon, la otra megaempresa japonesa del sector.
Esa competencia se mantuvo con la llegada de la fotografía digital, cuando en 1999 Nikon sacó su primer modelo digital, para profesionales, la Nikon D1, que llevaba un sensor de 2,6 megapíxeles. Tres años más tarde, en enero de 2003, lanzaba la primera cámara digital para fotógrafos aficionados, la D70s (6 megapíxeles), un modelo que fue un auténtico superventas y la señal de que sin ninguna duda el mundo de la fotografía había cambiado para siempre. La evolución de la fotografía digital fue rápida, generándo, año a año modelos tanto para el usuario profesional, avanzada o amateur.
Y así hasta hoy, siempre peleando por liderar el mercado y abanderando las innovaciones que han hecho de las actuales DLSR de Nikon auténticas bestias, modelos como la D850, una cámara de 45 megapíxeles. Ni los mismos autores de la D1 hubieran podido adivinar que en menos de veinte años los sensores de las cámaras fotográficas alcanzarían una calidad de imagen, rapidez y precisión que serían capaces trabajar tan bien que hasta podrían sustituir a las mismas videocámaras.
Nikon tiene, además, un enganche especial con sus usuarios. El que es Nikonista es nikonista siempre, y mantiene encarnizados debates con los canonistas por la supremacía de su marca frente a la otra. La calidad de sus objetivos y la precisión de sus cámaras han sido siempre esgrimidos por los nikonistas como su valor diferencial. La posibilidad de usar los objetivos de toda la vida, los clásicos, en cualquiera de las nuevas cámaras, cosas que para algunos fueron un retroceso para los nikonistas fueron siempre un valor diferencial y gran argumento para la fidelidad a la marca.