Hablar de Leica es hablar de fotografía en mayúsculas. Así, FOTOGRAFÍA. La muerte de un miliciano, imagen icónica de Robert Capa, fue captada con una Leica. Lo mismo que el retrato que Alberto Korda le hizo al Che Guevara y acabó convirtiéndose en un icono universal. Cartier Bresson revolucionó con ellas la manera de concebir el arte de fotografiar. El beso del soldado norteamericano a la enfermera en Nueva York. El grueso de fotógrafos que han pasado por la agencia Magnum. Todo con Leica. La historia de la fotografía no se entiende sin esta marca alemana, cuyas cámaras hoy son objetos de culto.
Y todo porque esta empresa alemana fue la primera en desarrollar una cámara de 35 mm. Eso no solo supuso un avance técnico sin parangón pero también un instante determinante en el acto fotográfico en sí, en la capacidad de relacionarse como fotógrafo con el mundo de una manera mucho más discreta, ligera, sin artificios, sin pose ni condicionantes. Con las Leica, y el camino que éstas abrieron, nacía el fotoperiodismo.
El primer prototipo fue desarrollado por Oscar Barnack en 1914. Barnack era el jefe de departamento de óptica en Ernst Leitz, compañía alemana que fabricaba binoculares. A Barnack se le ocurrió fabricar una cámara que no necesitase trípode y que pudiese utilizar el negativo de 35 mm que se empleaba en esos momentos para el cine. De esa época surgió la frase con que la compañía le dio un vuelco al mercado fotográfico mundial: “negativos pequeños, imágenes grandes”.
Casi 10 años más tarde, en 1923, llegaba al mercado la primera cámara fotográfica Leica, el modelo I, y en 1930 pusieron a la venta la primera cámara de objetivos intercambiables, objetivos de diferentes distancias focales y, también por primera vez, un flash que acabó con el incómodo polvo de magnesio. Una revolución total en el campo de la fotografía, que solo cinco años después vivió ya la llegada de las primeras películas a color.
Desde esa invención, las Leica siempre fueron la referencia técnica y de diseño. La marca presume que a lo largo de su historia siempre más de un 25% de sus usuarios han sido fotógrafos profesionales, lo que a la postre les convierte en los mejores prescriptores de la marca (lo que hoy en día se llama influencer, vamos, ya lo era Cartier Bresson en su momento).
¿Y qué es Leica hoy? Leica sigue siendo el Rolls Royce de la fotografía, sus cámara son objetos de culto, sus modelos antiguos son peleados por los coleccionistas y su gama de productos sigue siendo top, con piezas construidas con mimo, una a una y con precisión milimétrica.
La empresa hizo una dura y complicada travesía del desierto en su salto al mundo digital, que tras algún paso en falso y cambios en la propiedad con el tiempo, paciencia e innovación se presentan hoy con cámaras de altísima calidad que siguen teniendo su porción en el mercado profesional, y obviamente, del lujo. No son, obviamente, las cámaras más económicas, pero el que va a una Leica sabe lo que quiere, y sabe que paga lo que paga por disponer de algo exclusivo, y de una calidad increíble.
Pero no todas las Leica son inaccesibles al fotógrafo aficionado. Modelos como la V-Lux, una cámara bridge para viajar (dispone de un objetivo fijo de amplio rango focal, lo que en 35mm equivaldría a un 25-400 mm), o una excelente compacta, la D-LUX, son modelos que vale la pena valorar y que constituirían no un regalo, sino EL REGALO, en estas próximas fiestas. Y de la gama alta… qué decir. Tener una Leica de alta gama entre las manos, de la serie T o la serie M… es como para un aficionado a la astronomía darse un paseo espacial. Otro mundo. Un pedazo de historia en las manos.